lunes, 25 de julio de 2016

El Efecto Pigmalión.


“La verdadera diferencia entre una dama y una florista, no es como se comporta ésta, sino como es tratada. Yo siempre seré una florista para el profesor Higgins, porque él siempre me trata como una florista, y siempre lo hará. Pero yo sé que puedo ser una dama para el Capitán Pickering, porque siempre me trata como una dama, y siempre lo hará”.

Esta es la contundente conclusión a la que llega la florista Eliza Doolittle, la protagonista de Myfair Lady (basada en  la obra de teatro Pigmalión), tras los seis meses de formación a los que el Profesor Higgins la somete con el objetivo de convertirla en una dama inglesa. 

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El Efecto Pigmalión se utiliza en psicología para describir como las expectativas que una persona tiene sobre otra, afectan directamente al rendimiento de esta segunda. Es un fenómeno de mucho interés en el ámbito educativo, familiar, social y laboral, aunque nosotros nos centraremos en el educativo y familiar.

  • Fueron los psicólogos Rosenthal y Jacobson, en los años 60, los que se interesaron en investigar la influencia de las expectativas de un profesor sobre su alumno.  Realizaron el siguiente experimento: Pasaron un test a todos los alumnos de un colegio de California. De cada curso eligieron 3 o 4 alumnos al AZAR, y les dijeron a sus profesores (los cuales no sabían que estaban participando en un estudio) que estos alumnos tenían un gran potencial, y por tanto se esperaba de ellos un gran avance durante el curso. Se les pidió que los trataran de la misma forma que al resto, y se les insistió en que los alumnos no podían saber lo que se esperaba de ellos.  Al terminar el curso, volvieron a pasar el mismo test a todos los alumnos. Comprobaron que, aunque todos habían aprendido, los niños señalados, habían avanzado mas que sus compañeros. Según Rosenthal y Jacobson esto se debe a que, cuando un profesor piensa que un alumno es brillante,  espera de él mucho más que del resto, por tanto está continuamente retándolo para que llegue más allá. 
  • Las expectativas de los padres sobre sus hijos tienen el mismo efecto. Cuando un padre espera que su hijo sea bueno en los deportes, lo fomenta, lo anima, y lo inscribe a campeonatos. Sin  embargo si percibe a su hijo como poco hábil, aunque  fomente el deporte por salud, su reacción ante los "fracasos" es distinta. En el primer caso su reacción será: “¡tu puedes, sigue!”, y  en el segundo se conformará con un: “¡bien campeón!”… Entre hermanos esto pasa con frecuencia, pues aunque creamos que tratamos a todos por igual, es imposible, porque son distintos, y los niños lo perciben a través de nuestras actitudes. 
Distinguiremos dos tipos de PIGMALIONES: POSITIVOS Y NEGATIVOS. Todos ejercemos tanto de uno como de otro dependiendo de la persona y de la situación.  Observémonos.
  • Pigmalión positivo: reconoces los talentos de la otra persona y lo transmites, tanto con palabras como con gestos. Le infundes pasión y contribuyes a que consiga sus metas. Crees en sus posibilidades y por tanto le das autonomía y aumentas su autoconfianza. 
 Por ejemplo: Le pides a tus hijos adolescentes que hagan la comida. Los dejas solos en la cocina hasta que han terminado.  
  • Pigmalión negativo: transmites inseguridad. Con tu lenguaje verbal, y sobre todo con el no verbal, muestras tu falta de confianza en la otra persona. Ello provoca que el otro se esfuerce menos, pues percibe que esperas poco de él.
Por ejemplo: Le pides a tus hijos  adolescentes que hagan la comida. Apareces 100 veces por la cocina, les acercas los ingredientes, les mueves la cazuela, añades un poco de sal… Tus hijos tienen claro que no te fías de ellos, y probablemente acaben yéndose de la cocina.
Vemos por tanto que unas altas expectativas aumentan el nivel de esfuerzo.


 Sin embargo, es muy importante señalar que
las expectativas  deben ser alcanzables,
es decir, realistas y objetivas. 

Si mis padres hubieran soñado con que yo me convirtiera en una  afamada cantante de ópera, hace ya tiempo que estaríamos muy frustrados tanto ellos como yo. Por mucho que hubieran puesto todo su empeño y me hubieran transmitido su pasión por la ópera, objetivamente hablando, yo no dispongo de las aptitudes físicas para sacar ese torrente de voz. Quizás habría llegado a ser una cantante media, y desde luego una gran entendida en música,  pero no me veo cantando La Traviata en el Teatro Real. 

Hoy termino recomendando la película con la que hemos empezado el post: 
Myfair Lady. 
Este musical, ganador de 8 oscars,muestra como
 una persona puede conseguir su meta
 cuando se cree en ella.


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