lunes, 26 de diciembre de 2016

Dale otra oportunidad

Allá por el Paleolítico, un hombre de Neandertal  se disponía a entrar en su cueva. De repente, se encontró con otro ser que lo miraba quieto, con el ceño fruncido, la boca apretada, el cuerpo encorvado hacia delante en actitud desafiante, y con un objeto punzante  en la mano. El habitante habitual de la cueva, en solo 30 segundos, captó que aquel extraño era una amenaza para él, así que adoptó una postura defensiva, y se dispuso para la lucha por la protección de su territorio.


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La función de las primeras impresiones

Desde que el hombre habita la tierra, posee una tendencia innata a luchar por continuar viviendo. Teniendo en cuenta los peligros inminentes a los que se exponían nuestros antepasados, es obvia la utilidad de reconocer en milésimas de segundos características, gestos, o apariencias que podrían acabar con sus vidas.
Actualmente, este mecanismo ancestral sigue estando activo en nuestra especie, entre otras cosas porque nos sigue sirviendo para obtener una primera idea sobre la persona que tenemos delante y, en cierto modo, sigue siendo un mecanismo de defensa. Aunque las personas que nos rodean en el siglo XXI, no suelen aparecer con lanzas, simplemente con su actitud, sus movimientos, forma de vestir y todo el lenguaje verbal y no verbal, nos dan mucha información. Esta impresión es muy importante y en ocasiones, como en entrevistas de trabajo, es vital, puesto que no hay más oportunidades. El caso es que está demostrado que muchas veces acertamos, pero otras no… y es que las primeras impresiones están sesgadas por circunstancias  que involuntariamente ejercen de filtro, y que restan objetividad:

“Sesgos del observador”

  • Visión de la vida. Según la forma en que nosotros enfocamos nuestra existencia, tendemos a percibir las actitudes del recién llegado como afines u hostiles. Claramente aceptamos con  mayor agrado a las personas que consideremos que comparten nuestra filosofía de vida, y recelamos del resto,  a veces los percibimos como amenaza.
  • Características de personalidad: Obviamente una persona desconfiada por naturaleza no percibe igual a los demás que una confiada. Además hay personas que fijan su atención en todo tipo de detalles, importantes o no, y otras que obtienen una visión general. Estos son sólo dos ejemplos de factores personales que influyen en las primeras impresiones. 
  • Estado de ánimo. Todos sabemos que dependiendo de nuestro ánimo en el momento del encuentro, nuestra percepción del otro puede ser positiva, negativa o neutra…  
  • Información previa. Si antes de conocer a alguien, hemos oído hablar de ella  bien o mal, estamos claramente condicionados a la hora de conocerla. Buscamos evidencias que nos confirmen lo que nos han dicho.
  • Expectativas. A veces, cuando vamos a conocer a alguien con cierta imagen previa, esperamos que se confirme. Si por el contrario, el primer encuentro nos crea una impresión muy distinta,  nos contraría y nos despista.

“Sesgos del observado”

  • En las primeras reuniones, muchas veces el intento de agradar, de caer bien, da sensación de artificialidad. Por tanto el efecto en el observador es el contrario al deseado.
  • Desde luego el estado de ánimo del observado influye de forma importante. Las circunstancias en las que se conoce a una persona, a veces no son las mejores. Quizás nos parezca serio, quizás nos parezca antipático, e incluso mal educado. Pero en muchas ocasiones ignoramos situaciones que atraviesa que le hace desprender un ánimo sombrío, del que ni siquiera él es consciente. 
  • La importancia del contexto. No es lo mismo conocer a alguien en una reunión de trabajo, que en una fiesta con amigos. Todos cambiamos de leve a notablemente, según las circunstancias, y además es lógico, cada situación  requiere una actitud.

Al escribir este post me viene a la cabeza algo que oí en una reunión de amigos. La conversación giraba en torno a una persona, obviamente ausente en la reunión, conocida por dos de mis amigos. Uno de ellos no la tenía en gran estima, aunque solo había coincido con ella en una ocasión. El otro, sin embargo, intentaba convencerle de que la idea que se había hecho de la persona en cuestión era equivocada. Pero, tal como demuestran muchos estudios, las primeras impresiones tardan en desaparecer. La conversación terminó con la siguiente petición, que me parece una reflexión muy justa : DALE OTRA OPORTUNIDAD.

Vistas las circunstancias que acabamos de enumerar, está claro: a las personas hay que darle oportunidades . Hacer la cruz a alguien conociéndolo poco es atrevido, y si encima lo transmites a los demás es injusto. Si después de un conocimiento más profundo, no cambia tu opinión inicial, está claro que no existe afinidad, pero el respeto por los demás nunca se puede perder.  Todos conocemos personas que al cabo de los años, tras muchas experiencias vividas han cambiado para bien. Así que etiquetar y “bloquear” a alguien “para siempre”, es poco recomendable. La vida está llena de sorpresas, y de nuevas oportunidades. 

Termino con esta frase que se atribuye a Benjamin Franklin

“Se amable con todos,
 sociable con muchos,
 intimo con pocos,
 y enemigo de nadie.”

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Aceptemos a nuestros hijos como son


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"Aceptad a vuestros hijos como son"

Hace unos días, después de una  charla impartida por la directora del colegio de mis hijos,  me quedé con esta frase rondándome la cabeza, por lo sencilla y por lo importante que es. Y es que, los padres de hoy en día estamos generalmente muy involucrados en la educación de nuestros hijos. Además como, por suerte, tenemos acceso a mucha información, todos somos un poco pedagogos, profesores y expertos en educación. Ello aumenta nuestro nivel de autoexigencia como padres, porque leer lo que teóricamente más le conviene a nuestros hijos, nos hace ponernos el listón muy alto. Nos creamos grandes  expectativas, y nos imaginamos que gracias a nuestro “modelaje", nuestros hijos serán  excelentes estudiantes, deportistas, obedientes, ordenados, valientes, sociables, emprendedores, etc, etc. Y resulta que ponemos tanto empeño en ello, que cuando nuestro hijo no cumple nuestras expectativas,  nos decepcionamos.

¿POR QUÉ NOS FRUSTRAMOS?
  1. Porque nos lo tomamos como un fracaso personal. Nos hace cuestionarnos nuestra destreza como padres.  La influencia de los padres es mucha y vital, pero  nos olvidamos de que cada niño  tiene una identidad propia, y que sus conductas, gustos destrezas, talentos o carencias, son el resultado de sus características innatas  + el ambiente  y circunstancias que le rodean. Entran en juego por tanto, muchas variables, por encima de las expectativas y los deseos de sus padres.  
  2. Porque nos dejan mal…Aunque sea difícil reconocerlo, en una sociedad donde todo el mundo opina de todo, sentimos que nuestros hijos nos representan, y como nos cuesta desprendernos del que dirán, nos sentimos decepcionados, y en el punto de mira. Queremos que sean los perfectos invitados, y que su comportamiento sea intachable en cualquier circunstancia, sobre todo en público. Pero como la perfección no existe, meterán la pata una y mil veces…
  3. Porque  evaluamos a nuestros hijos bajo nuestra visión de la vida, que lógicamente  está condicionada por nuestra propia experiencia y nuestros años de aprendizaje, aciertos y errores. “Pero como puede mi hijo sacar unas notas mediocres, si yo sacaba todo 10…” Porque a tu hijo le cuesta concentrarse y aunque se esfuerza y va mejorando, no logra llegar a esas super notas por ahora. Sin embargo es imaginativo, creativo, sociable, generoso…
  4. Porque a veces el adulto proyecta en su hijo sus propias frustraciones infantiles, lo que quiso ser y no fue. “Me hubiera encantado ser un excelente violinista”. Bajo esta premisa, un padre decide apuntar a su hijo a violin. No olvidemos que hay cosas que nuestros hijos tendrán que hacer por obligación, pero en otras muchas hay que dejarles que opinen... necesitan espacio para desarrollarse.
  5. Porque comparamos continuamente. Los comparamos con sus hermanos, con sus compañeros de clase, amigos y primos. Los comparamos cuando consideramos a los otros mejores claro, porque  somos selectivos en las comparaciones, nos fijamos en el niño brillante en la cualidad en la que nos gustaría que nuestro niño destacase.

Cuando los padres no logran controlar su nivel de frustración,
 SOLO VEN LO NEGATIVO
Los niños  lo  perciben, lo sufren y
lo manifiestan así: 

  • Baja autoestima. Es difícil quererse a uno mismo, si no te sientes aceptado por tus padres, que son el primer punto de referencia desde que naces.
  • Rigidez. Son niños que están permanentemente mirando por el rabillo del ojo la reacción de sus padres ante sus resultados. Es triste pero muy evidente,  carecen de naturalidad, están encorsetados.
  • Rebeldía. Ante la falta de comprensión por parte sus padres, hay niños que se rebelan, y se comportan justo de la forma que sus  padres detestan. O eligen la afición que saben que más va a molestar a sus padres.
  • Tristeza. Hay niños que se apagan, que pierden ilusión por las cosas, puesto que perciben que hagan lo que hagan no consiguen alegrar a sus padres. He conocido chicas y chicos que no llegaron a la final de alguna competición, y no les importó lo más mínimo…Su única preocupación era la decepción de sus padres. Son niños angustiados.

Los padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos, enseñarles y servirles de ejemplo. Pero para hacerlo lo mejor posible, es básico conocerlos y estar orgullosos de ellos. Todos tienen MUCHO positivo. Incluso lo que nos hace más difícil educarlos, ES VALIOSO. No existen niños perfectos, ni familias con todo bajo control. Así que en el mayor de nuestros retos , educar a nuestros hijos, no debemos perder la perspectiva:
 ¿Que nuestro hijo no para de moverse? Nos tocará enseñarle a relajarse y a ser paciente, pero está claro que es y será un niño fuerte y ágil.
 ¿Que se distrae mucho en clase? Tendremos que enseñarle estrategias para prestar atención y asumir que deberá reforzar fuera de clase, hasta que coja el ritmo. Sin embargo seguro que es un niño con una creatividad y una imaginación envidiables. Saquemos partido a estas cualidades, son importantísimas para el aprendizaje.
 ¿Que nuestro adolescente es reivindicativo? Tengamos por seguro que tendremos que negociar continuamente, ( lo que sea negociable claro está). Es muy cansado desde luego, pero es señal de que tiene espíritu crítico y opinión propia, aptitudes fundamentales para desenvolverse en la vida.
 ¿Que pelea por estar todo el día con sus amigos fuera de casa? Pues le tendremos que dar una de cal y otra de arena, y atarlo corto cuando sea necesario. Pero no olvidemos que es una suerte ser sociable, le abrirá muchas puertas.

Muchas de las características que nos gustaría cambiar en nuestros hijos,
 otros padres las desearían para los suyos.  

 NUESTRA META
Aceptar la originalidad de nuestro hijos, sin cuestionarlos continuamente. 
Solo de esta forma podemos 
descubrir las herramientas mas eficaces para su formación.
 No soñemos con lo que nos gustaría que fueran, valoremos lo que son. 
A  partir de ahi, ayudémosles a manejar su temperamento, 
sus preferencias e intereses de la manera mas sana posible.