jueves, 2 de marzo de 2017

La FUERZA de la voluntad

Había una vez una liebre muy orgullosa que era vecina de una  tortuga muy tenaz. La liebre, muy guasona,  se reía constantemente de la lentitud de la tortuga:
-¡Mirad la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto,
que te vas a cansar de ir tan deprisa! -
Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió hacerle una apuesta a la liebre. ¡La retó a una carrera! La liebre, muy divertida, aceptó. Todos los animales se reunieron para presenciar el evento. Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando, pues tenía tiempo de sobra para llegar a la meta. En cuanto empezó a correr,  adelantó muchísimo camino. Entonces se detuvo a descansar. La tortuga, sin embargo, seguía caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida. Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas, pero ya era demasiado tarde:
 La tortuga había ganado la carrera. 


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 Los padres estamos, como debe ser,  centrados y ocupados  en la formación de nuestros hijos: queremos que distingan lo correcto de lo incorrecto, que tengan visión de futuro, que sepan estar, que respeten, que cumplan con sus obligaciones, en definitiva que tengan una postura clara ante la vida, que marque su rumbo. 

Pero ¿que pasa si nos centramos únicamente en la parte “teórica” de la persona y dejamos sin fortalecer la parte “práctica”?

 LA VOLUNTAD es el motor que impulsa nuestro ser hacia lo que nos conviene, hacia lo que necesitamos para conseguir lo que nos proponemos, aunque en el momento nos parezca duro. Nos saca de la tendencia natural a la pereza… Sin ella, todo se queda en buena intenciones, en agua de borrajas , en un triste QUERER Y NO PODER. 

Todos conocemos personas con una buena preparación, con altas capacidades y con valores arraigados, que no luchan por lo que quieren, que no se mueven. Y en contrapunto, personas con menos talento aparente, que con constancia y esfuerzo consiguen sus metas. La liebre y la tortuga sin ir más lejos… Con talento y sin voluntad nada se consigue. Sin embargo, a mayor voluntad - mayor esfuerzo, a mayor esfuerzo - mayor éxito y a mayor éxito - mayor motivaciónEste círculo se produce también a la inversa, cuando falta fuerza de voluntad, decae la motivación. 

La voluntad es como un músculo, si no se trabaja se atrofia. Nos es raro encontrarnos con adolescentes que tienen ideas claras, que saben lo que quieren, pero que son incapaces de ponerse manos a la obra.  -Uff es que no tengo fuerza de voluntad- dicen algunos…

¡Pues a entrenar! 

Desde la primera infancia podemos educar la voluntad en el día a día:
  • Podemos enseñarles a esperar, a ser pacientes e incluso a aceptar pequeñas renuncias. Muchas veces demandan respuestas y atenciones rápidas, y se ponen nerviosos cuando no las consiguen. Ahí está la clave: no a la gratificación inmediata.
  • Es muy beneficioso que se involucren en deportes u otro tipo de aficiones que requieran esfuerzo, y es positivo que les cueste al principio. Que aprendan a ser perseverantes, poniéndose metas a corto plazo, ya que en los niños el largo plazo no funciona. Y nosotros como padres debemos reconocer y valorar esos pequeños logros, como la tortuga: pasito a pasito. Enfoquémonos en el esfuerzo más que en el resultado.
  • ¡Que importantes son los errores! Cuando todo resulta fácil de conseguir, ¿que aprendemos? Se les debe animar a que arriesguen, que prueben, sin miedo a equivocarse. Si algo les sale mal, aprenden que ese no es el camino. Toca levantarse e intentar otra forma. A caminar se aprende caminando, no viendo como lo hacen los demás.
En cuanto a los adolescentes, es normal que aparezcan las ganas de diversión y la apatía ante las obligaciones. No esperemos que de un día para otro haya cambios espectaculares, pero con constancia, se consigue fortalecer la voluntad:  
  • Es importante que aprendan a esforzarse por su propia satisfacción, no por agradar a los demás. La motivación intrínseca es mucho más poderosa que la extrínseca.
  • Fomentemos el compromiso, lo que se empieza se termina, aunque les cueste. Si en el camino descubren que no es lo que ellos pensaban, que no les aporta lo que esperaban,  que se pongan un tiempo, una fecha, y tendrán la satisfacción de haberlo hecho lo mejor posible. A partir de ahí a por otra cosa. Lo importante es no dejar algo a medias por falta de fuerza de voluntad. Que empiezan con un deporte y al poco tiempo comprenden que no es lo suyo… que continúen un trimestre por ejemplo,  que no lo dejen al instante, que eviten dar saltos de un lado a otro. 
  • Inculquemos una rutina diaria. Por ejemplo con los deberes en casa. Que se pongan una hora para empezar y que la cumplan les apetezca o no…generalmente no les apetece… Y después pueden dedicarse al ocio. Que empiecen por lo difícil y acaben por lo lúdico. Sin duda se disfruta más del tiempo libre cuando el deber está cumplido.

Da la sensación de que todo es más fácil si evitamos que lo niños lloren, o si huimos de  conflictos con los adolescentes accediendo a todas sus peticiones. Y realmente así es. A corto plazo son mucho más llevaderas las relaciones padres- hijos cuando se  satisfacen todos sus deseos. Efectivamente de este modo se evitan discusiones y tensiones. Pero como somos adultos, y como tal, capaces de mirar a largo plazo, podemos prever las consecuencias. Los niños sin voluntad serán adultos carentes de fuerza para actuar, decidir y manejar su vida. Por desgracia, serán más proclives a desarrollar malos hábitos simplemente por la dejadez que implica no ser capaz de mantener en el tiempo sus propios retos.  Por el contrario, una persona con una buena formación y  con voluntad,  se enfrenta a la vida con ventaja… a partir de ahí, Dios dirá.

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