jueves, 21 de septiembre de 2017

Si no los educamos nosotros...los educará el mundo.


“Cuando yo tenia 14 años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los 21, me parecía increíble lo mucho que había aprendido en siete años” 

Mark Twain 


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Todos los que somos padres, sabemos lo cansado que puede llegar a ser lidiar a diario con nuestros hijos.  Al principio, el cansancio es físico, pero a medida que van creciendo y dejan de vernos como el oráculo de la sabiduría, les cuesta comprender que, por nuestra edad y experiencia, sabemos un poquito más que ellos de la vida. A partir de ahí, el cansancio empieza a ser también psíquico… Y aunque consolarse con dificultades ajenas, como dice el refrán, es de tontos, no podemos dejar de admitir que, cuando uno lee afirmaciones como estas, escritas en el S.XIX, comprende que así ha sido siempre y así seguirá siendo. Entonces respiramos aliviados; no es una percepción personal, es  un hecho universal y atemporal: EDUCAR ES SACRIFICADO. La paternidad es así… No es obligatorio ser padres, pero una vez que decides formar una familia, aceptas (o por lo menos así debe ser ), que tu vida cambia para siempre, y tu escala de prioridades da un vuelco radical. Porque hasta cierta edad, su evolución depende de sus padres:

  SI NO LOS EDUCAMOS NOSOTROS…LOS EDUCARÁ EL MUNDO.

Impactante ¿no? Es una frase que oí el sábado, y que no por obvia me hizo pensar menos. En el mundo hay mucha gente buena, pero todos sabemos que los personajes que más influencia tienen sobre nuestros adolescentes, viven el día según sus deseos inmediatos, sin visión de futuro, sin proyectos o considerando que su “supuesta felicidad” está por encima de cualquier norma o código moral. La formación de nuestros hijos es nuestra mayor empresa, y si no le  dedicamos tiempo y esfuerzo, acabará haciendo aguas. Sus escalas de valores serán erróneas, o mejor dicho inexistentes, porque si algo caracteriza a la sociedad de hoy en día, es la indiferencia y el relativismo. Y es que hasta  para elegir referentes en la vida, se necesita formación. 
  
No hay recetas mágicas, ni manual de instrucciones. Tampoco hay padres perfectos, y por tanto nos equivocaremos, pero simplemente por  estar en ello, vamos por buen camino.  Para educar, primero hay que SER. No podemos predicar lo que no vivimos, ya que el día a día, es el marco natural en el  que nuestros hijos adquieren valores para sus vidas.

    Solo formando valores 
formamos personas

  • Tenemos que estar al día, la vida que viven nuestros hijos es diferente a la que vivimos nosotros. Tenemos que conocer el ambiente que se respira entre los niños de su edad para que nuestros esfuerzos vayan bien dirigidos. No podemos permanecer ajenos a las redes sociales estando nuestro hijos inmersos en ellas. Debemos conocer a sus amigos, saber por donde salen, como se divierten. Con toda esa información es mucho más efectivo aconsejar y guiar.
  • Ser padre, como cualquier otra empresa, requiere formación continua. La mayoría de las decisiones las tomamos  por intuición o por tradición, lo cual unas veces es muy efectivo y otras no. Asumamos que no lo sabemos todo, que lo que sirvió a  nuestros padres, en este siglo puede que no obtenga el mismo resultado, y lo que nos sirvió con nuestro hijo mayor,  con el pequeño quizás no valga. Es asombroso la cantidad de medios que proporcionan los colegios para ayudar, como escuelas de padres y charlas, y el número tan grande de padres que las desaprovechan, teniéndolas al alcance de la mano.
  • Los valores se adquieren desde pequeños, corrigiendo con cariño, a través de juegos y deportes, contando cuentos,  fábulas y con el ejemplo por supuesto. Si no empezamos en ese momento, no nos debe extrañar que en la adolescencia no sepan diferenciar lo correcto de lo incorrecto.  En ello debemos participar padres y madres, y lo primero que debemos hacer es ponernos de acuerdo en lo que consideramos una buena educación.
  • La elección de los colegios es fundamental. No debemos centrarnos exclusivamente en la faceta académica. Si no se fomentan  valores como el respeto, la paz, la solidaridad, la justicia, la amistad, el compañerismo, la honestidad, la voluntad y la responsabilidad, a mi, personalmente, no me sirve: tendría un hijo  diez  en  matemáticas o en idiomas, pero incapaz de desenvolverse en la vida siguiendo un código moral.  Además,  no olvidemos que los primero formadores somos los padres, y que no hay nada peor que la incongruencia entre lo que se dice en el cole y lo que se vive en casa. Tengamos esto en cuenta en nuestra elección. Debemos  involucrarnos, no vale dejar a los niños y desentenderse. 
  • Para educar en  valores, es vital cultivar la confianza padres- hijos. Para ello hay que dialogar desde niños con ellos. Incluso cuando metan la pata, no deben tener miedo a contarlo, y nosotros tampoco a escucharlo.  Todos se equivocarán algún día, y podemos transformar  el acontecimiento en oportunidad, pues muchos adolescentes (e incluso adultos) no escarmientan en cabeza ajena. De nuestra reacción, dependerá que nos vuelvan a contar algo de sus vidas. Es recomendable mantener la calma… y hablar con ellos de las repercusiones de su acto. Los gritos y tragedias no arreglan nada. Eso sí, una acción equivocada debe tener una consecuencia.

Por último, una reflexión: La educación no es una competición entre padres. Si educar es cansado, las conversaciones en las que cada padre “presume” de lo que no deja hacer a sus hijos, de lo buenos que son y de lo desastre que son los demás niños y los demás padres, es agotador. Una vez leí: Para poder hablar de los hijos de los demás, espera a que los tuyos tengan al menos 90 años…Pues eso, centrémonos en los nuestros y estemos en contacto con el resto de padres para  ayudarnos, pero nunca para presumir o juzgar.